![Subbamma](http://namilolo.files.wordpress.com/2011/05/subbamma.jpg?w=300&h=200)
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Esta es una historia interesante porque es verdadera y tiene sus raíces en la innovación.
Mi abuela fue una intocable (la casta más baja de India, también conocidos como dalits), y desde pequeña la echaron de casa. Las niñas son un lastre, así que muchos solían deshacerse de ellas, era una práctica común entregarlas a los templos en donde ejercían la prostitución o las casaban a muy temprana edad. Fue ofrecida en matrimonio a la edad de seis, a un hombre veinte años mayor.
Su esposo –también un intocable– contaba con pocos recursos y era hijo único. La pequeña sirvió prácticamente como esclava doméstica de su cónyuge y la familia. Al llegar a la pubertad aún no había engendrado hijo alguno, fue golpeada y vivía constantemente acosada. Como practicante del hinduismo, todos los días rendía culto a diferentes deidades, pero se acercaba a los 40 años y seguía sin darle a su marido el hijo que la familia esperaba, pues en India el linaje es algo muy importante.
Fue echada de la casa de su marido y busco regresar con su padre, quien le dijo:
–No puedo aceptarte porque eres estéril, estás maldita por los dioses y traerás la maldición a mi casa.
El único trabajo que se los intocables podían llevar a cabo en India consistía en limpiar los baños públicos. Durante las noches, mientras los demás duermen, acuden a las letrinas públicas, sacan toda la materia fecal y la llevan a un vertedero.
Sin esperanza, fue a ahogarse en el río, pero un misionero –de apellido Whitehouse– la sacó y le preguntó qué ocurría, ella respondió:
–No tengo esperanza, he sido rechazada por la sociedad, mi familia y mi esposo, no tengo futuro.
El misionario le habló de la esperanza y le dijo que había sido creada a imagen de Dios.
–Voy a contarte de un Dios que puede tocar lo intocable.
Rezó por ella y la llevó de vuelta a su marido.
–Dale una oportunidad y te dará un hijo.
El hinduismo sostiene que uno atraviesa por diferentes ciclos de vida; las personas que mueren haciendo cosas malas reencarnan en una forma inferior, como perros, gatos o puercos. Aquellos que nacen dentro de la casta de los intocables son considerados menos valiosos que los animales, hicieron tantas cosas malas en su vida previa que regresaron como intocable. Es por ello que tenemos todos esos nombres terribles; nuestro apellido significa chinche, un parásito.
En sus conversaciones con mi abuela, Whitehouse le dio esperanza, le enseñó que tenía mucha valía y que era una mujer muy inteligente, lo que incrementó su confianza en sí misma. Volvió a su marido y quedó embarazada de mi padre.
Después fue con el misionero y le dijo que quería empezar un negocio. Esa área tiene mucho algodón, produce muchos textiles, pero esto no prosperaría en India, pues el sistema no lo permitía, nadie querría comprar un producto que ha sido tejido por alguien de la casta de mi abuela. Cuando tocas a un intocable, te contaminas por el pecado, verlo a la cara es de mala suerte.
–Puedo hacerme de los hilos que los demás desechan y elaborar hermosos encajes –le dijo a Whitehouse–. La gente no lo comprará aquí pero podemos enviar algunas muestras a Gran Bretaña, tal vez las personas en Inglaterra, que no tienen este concepto, lo comprarán.
Así fue que exportaron algunas muestras y en tres meses tenían pedidos por millares. Empezó una industria con todas estas mujeres intocables y se convirtió en el mayor empleador de la aldea, exportando encaje, haciendo dinero y recibiendo pagos en libras.
Lo primero que hizo con ese dinero fue invertir en la educación de sus niños, mi padre tenía 12 años cuando fue al colegio, los envió a escuelas privadas. Su hijo mayor es el primer intocable que obtuvo un doctorado de una universidad India, el otro es el primer médico de la comunidad intocable. Ninguno de los dos pudo obtener un trabajo en el país debido a la casta a la que pertenecen, así que después de obtener su doctorado, mi padre –un biólogo marino–, aplicó para un postdoctorado en universidades de diferentes partes del mundo.
Intentó en todas las instituciones de Estados Unidos, y meses después obtuvo cientos de estas cartas, rechazándolo, se desanimó mucho. Después de dos meses una carta llegó, el remitente era el Instituto Scripps de Oceanografía, de la Universidad de California en San Diego, el mejor en el mundo de la biología marina, así que pensó:
–Si estas otras instituciones me han rechazado, ¿por qué esta habría de aceptarme?
Abrió la carta que decía:
–Es un gusto invitarlo a que haga su investigación con nosotros.
Estuvo tres años haciendo su postdoctorado y posteriormente regresó a India y nos llevó a Estados Unidos.
Después de que mi abuela había empezado su primer negocio y vio que resultó exitoso, vislumbró otra oportunidad. Muchos hombres intocables emigraban hacia Myanmar (Birmania) porque no podían encontrar empleos en India y estaban cansados de limpiar baños. Iban sin sus esposas y necesitaban comida envasada, así que la fabricó y exportó.
Más tarde fue a Myanmar y abrió un gran restaurante para todas esas personas; enseñó vestido y confección; introdujo los sostenes entre las mujeres tribales birmanas; y también creó productos de camarón que después exportó a India.
En su aldea, los recién nacidos y sus madres fallecían después del parto debido a las precarias condiciones de higiene. Ningún médico iría a una comunidad de intocables, así que aprendió de los misionarios británicos a ser una partera. En algún momento lidió con casi todos los bebés en el lugar, les dio nombres y donó una escuela, misma a la que atendí. Los envió a esa escuela y también los empleó en sus negocios, así que fue empleadora, educadora y partera, pero también puso un orfanato. Los indios de castas altas seducían a las mujeres intocables, que entonces tenían hijos ilegítimos, mismos a los que nadie quería, mi abuela los adoptó.
Esa es su historia, viví mucho de lo que cuento. Murió a la edad de 98 años en mi casa de Los Angeles. Me había pedido que a su partida llevara su cuerpo de vuelta a India, fue una promesa. La trasladé en un pequeño ataúd por avión, tren, carreta tirada por bueyes y canoa. Una vez que llegamos a su aldea, al otro lado del río estaban todas estas personas esperándola. Cargaron su ataúd cuidadosamente y lo llevaron a la que había sido su casa. Durante todo el día compartieron testimonios sobre el impacto que esta mujer había tenido en sus vidas.
Cuando colocaron el ataúd frente a la pequeña escuela que había donado, me puse a pensar:
–Esto tiene que cambiar.
Regresé a Estados Unidos, vendí mi casa y empecé una escuela internacional para los intocables. Más tarde, le conté esta historia a una persona en Suiza y me hizo un cheque por 200 mil dólares para que construyera un hospital en memoria de mi abuela.
Así fue que esta mujer tuvo una influencia significativa en mi vida, de ella obtuve este espíritu de innovación.
Manuel Meneses Namihira
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